El poder latino de Rubén Blades y Juan Luis Guerra transfigura el festival Cruïlla 2022.

El certamen cierra con 72.000 visitas en una jornada con una gloriosa diversidad generacional, de origen y de clase.
Si no tocó el cielo fue por 3 centímetros, porque la lluvia del miércoles retuvo público en casa. El Cruïlla cerró el sábado una de sus mejores ediciones, y no solo porque su director, Jordi Herreruela, lo afirmase tanto con sus palabras como con la expresión de su cara, sino porque ese soñado festival que representase la variedad de la ciudad que lo acoge se hizo multitud en la tarde noche del sábado, arrullado por la música latina, encarnado en un gentío y gozado por público de variadísima edad, procedencia y clase social. Si en la jornada del viernes la edad media ya había subido con respecto a las juveniles jornadas de miércoles y jueves, el sábado Juan Luis Guerra y Rubén Blades llevaron el festival hasta los sesenta y setenta años, favoreciendo que una gran parte del público asistente debutase en un festival del que guardarán un gran recuerdo, pues la fiesta fue total, representación de una ciudad en la que los latinos, por lo general ceñidos en sus propios circuitos musicales, fueron protagonistas.