
Aterrizaba Erling Haaland en el Santiago Bernabéu como el futbolista más temido de Europa. 35 goles en sus 30 primeros partidos en la Champions, el récord anotador de la historia de la Premier League, la baja de Eder Militao… Todo se conjugaba para que el noruego diera una exhibición en Chamartín, pero no. Haaland abandonó Concha Espina como el futbolista que menos veces tocó el balón en todo el encuentro. Sólo 21, ocho menos que el portero del Manchester City, Ederson (29), y muchas menos que el jugador del Madrid que más lejos estuvo del balón: Rodrygo (37).
Haaland venía de anotar 18 goles en los últimos 13 encuentros, incluídos los 5 que metió al Leipzig en octavos de final y los 2 que marcó ante el Bayern en la eliminatoria de cuartos.
Llegó, entonces, Antonio Rüdiger. «Estoy positivamente loco», confesó el defensa alemán en una entrevista con este periódico hace un mes. Y Rüdiger, positivo y loco, sustituto de Militao por un día, ‘secó’ al mejor delantero del fútbol mundial. Apareció una y otra vez debajo del brazo de Haaland, metiendo la cabeza entre la extremidad y el cuerpo del noruego, desorientándole, provocándole alguna que otra risa, pero siempre venciéndole en los duelos individuales.
«¡Vaya lucha!», comentó el alemán. «Rüdiger ha jugado muy bien. Siempre intenta presionar, pero a veces tiene que contenerse y lo ha hecho muy bien», elogió Ancelotti. «Los espacios entre Camavinga y Carvajal no los ocupaban los centrales, se quedaban con Erling. Kroos y Modric también estaban por el medio. No era para fácil para él», explicó Guardiola sobre el partido del noruego.
